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viernes, 2 de marzo de 2012

El tranvía de La Coruña


El tranvía de La Coruña (A Coruña) es un juguete maravilloso .

Estando un día en el María Pita, allá por el mes de junio, recién llegado de Madrid, me asomé a la ventana de la habitación y vi circular un tranvía precioso por el Paseo Marítimo, bordeando la Ensenada del Orzán. Tenía una parada a las puertas del hotel. Bajé y esperé.

Mientras llegaba quedé admirado del paisaje de la bahía. Entretuve mi  espera enfocando con mi cámara la fuente de los windsurfistas, genial, armónica y muy en consonancia con La Coruña de Vázquez, el mejor alcalde que esta ciudad tuvo en muchos años. En el horizonte, lejano pero visible, el monte de San Pedro y el Obelisco del Millenium.

Llegó el tranvía, precioso, con un traqueteo sólido, haciendo sonar la campanilla de aviso y acertando a parar reciamente que no brusco, en la reserva de la marquesina; los dos o tres que allí estábamos subimos. Yo iba encantado pues desde mi última estancia en Colonia no había montado en un vehículo similar.

Desde allí, bordeando la ciudad, a lo largo del Paseo Marítimo, fuimos pasando por unos terrenos que hacía pocos años eran intransitables y peligrosos. La playa de Las Lapas con sus protuberantes alisos; la Torre de Hércules, tan vieja, tan vigilante. A lo lejos vuelvo a ver el obelisco, con sus mil y un vidriados tornasoles;  los acantilados verdes, bien cuidados. Y el mar, siempre el mar en esta ciudad que vive de ello, de las pocas que no le dan la espalda. Pasamos por las dos puntas, la Herminia y la de las Adormideras, para terminar en la Dársena del Parrote, desde donde se ve, al fondo, el Castillo de San Antón.

Allí me bajé y encaminé mis pasos hasta los jardines de Méndez Núñez, donde ya no había estorninos; después fui a la Avenida de los Cantones, decorada en sus estribos al cielo por esos balcones marquesinas tan conocidos en las postales de turismo.

Más tarde,  ya casi de noche, me fui a la Plaza de María Pita. En la Taberna de Penela recuperé el sentir con un buen Ribeiro.

En recuerdo a María Pita, la heroína que en el siglo XVI plantó cara a Drake, pasando a cuchillo al alférez que capitaneaba el asalto a la ciudad, provocando con ello la retirada de los ingleses al grito de ¡Quien tenga honra, que me siga! , tomé unos percebes con mi amigo Juan Ramón que me supieron a gloria.

Al anochecer regresé al hotel.

De A Coruña trájeme recuerdos y dejé amigos que aún conservo.

En La Coruña, un mes de cierto año feliz

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