Dada la propensión a consumir y la tasa de
nueva inversión, sólo puede existir un nivel de ocupación compatible con el
equilibrio, ya que cualquier otro produciría una desigualdad entre el precio de
la oferta global de la producción en conjunto y el precio de su demanda global.
Este nivel no puede ser mayor que el de la ocupación plena, es
decir, el salario real no puede ser menor que la no utilidad marginal del
trabajo; pero no existe razón, en lo general, para esperar que sea igual a
la ocupación plena.
La demanda efectiva que trae consigo la
plena ocupación es un caso especial que sólo se realiza cuando la
propensión a consumir y el incentivo para invertir se encuentran en una
relación mutua particular. Esta relación particular, que corresponde a los
supuestos de la teoría clásica, es, en cierto sentido, una relación óptima;
pero sólo puede darse cuando, por accidente o por designio, la inversión
corriente provea un volumen de demanda justamente igual al excedente del precio
de la oferta global de la producción resultante de la ocupación plena, sobre lo
que la comunidad decidirá gastar en consumo cuando la ocupación se encuentre en
ese estado.
Esta teoría puede resumirse en las
siguientes proposiciones:
1) En determinada
situación de la técnica, los recursos y los costos, el ingreso (tanto monetario
como real) depende del volumen de ocupación N.
2) La relación entre
el ingreso de la comunidad y lo que se puede esperar que gaste en consumo,
designada por D1 dependerá de las características psicológicas de la comunidad,
que llamaremos su propensión a consumir. Es decir, que el
consumo dependerá del nivel de ingreso global y, por tanto, del nivel de
ocupación N, excepto cuando ocurre algún cambio en la
propensión a consumir.
3) El volumen de trabajo N que
los empresarios deciden emplear depende de la suma (D) de dos cantidades,
es decir: D1, la suma que se espera gastará la comunidad en consumo, y D2, la
que se espera que dedicará a nuevas inversiones. D es lo que antes hemos
llamado demanda efectiva.
4) Desde el momento
que D1 + D2 = D = F(N), en donde F es la función de la oferta global, y como,
según hemos visto en 2), D1 es función de N, que puede
escribirse X (N), dependiendo de la propensión a consumir, se
deduce que F(N) - X (N) = D2.
5) De aquí se
desprende que, en equilibrio, el volumen de ocupación depende:
a) de la función de la
oferta global, F
b) de la propensión a
consumir, X
c) del volumen de inversión, D2.
Esta es la esencia de la
teoría general de la ocupación.
6) Para cada valor de N hay
una productividad marginal correspondiente de la mano de obra en las industrias
de artículos para asalariados, la que determina el salario real. El párrafo 5)
está sujeto, por tanto, a la condición de que N no puede exceder de
aquel valor que reduce el salario real hasta igualarlo con la no utilidad (el
desempleo estructural) marginal de la mano de obra. Esto quiere decir que no
todos los cambios en D son compatibles con nuestro supuesto provisional de que
los salarios nominales son constantes. Por esta razón será necesario, para
realizar una exposición más completa de nuestra teoría renunciar a esta
hipótesis.
7) En la teoría
clásica, de acuerdo con la cual D = F(N) para todos los
valores de N, el volumen de ocupación está en equilibrio
neutral en todos los casos en que N sea inferior al máximo, de
manera que puede esperarse que la fuerza de la competencia entre los
empresarios lo eleve hasta dicho valor máximo. Sólo en este punto, según la
teoría clásica, puede existir equilibrio estable.
8) Cuando la
ocupación aumenta, D1 hará la propio, pero no tanto como D;
ya que cuando el ingreso sube, el consumo lo hará también, pero menos. La clave
de nuestro problema práctico se encuentra en esta ley psicológica; porque de
aquí se sigue que cuanto mayor sea el volumen de ocupación, más grande será la
diferencia entre el precio de la oferta global (Z) de la
producción correspondiente y la suma (D1) que los empresarios esperan recuperar
con los gastos de los consumidores.
Por tanto, si no ocurren cambios en la
propensión a consumir, la ocupación no puede aumentar, a menos que al mismo
tiempo D2 crezca en tal forma que llene la diferencia creciente entre Z y
D1, Por consiguiente, el sistema ecónomo puede encontrar en sí mismo un
equilibrio estable con N a un nivel inferior a la ocupación
completa, es decir, al nivel dado por la intersección de la función de demanda
global y la función de oferta global -excepto en los supuestos especiales de la
teoría clásica, de acuerdo con los cuales actúa alguna fuerza que, cuando la
ocupación aumenta, siempre hace que D2 suba lo suficiente para cubrir la
distancia creciente que separa a Z de D1.
CONCLUSIÓN
Las políticas socialistas del PSOE y otros congéneres de algunas naciones, están basadas en esto que Keynes expone tan magistralmente,
pero que no deja de ser una falacia y para un tiempo y condiciones dado.
Quiero decir que, si la demanda produce el
consumo y si esa demanda es excesiva, a consecuencia de subidas salariares mayores,
el riesgo de caer en una inflación es seguro y contraproducente, pues corta la
marginalidad del empresario que invierte para extraer una recompensa a cambio
de ello.
En algunos regímenes dictatoriales y
populistas, eso lo arreglan con la máquina de hacer dinero, lo que lleva a un
precipicio sin remedio.
Por eso es explicable y necesario –y el
mismo Keynes lo deja caer- un paro estructural que produzca el equilibrio
necesario entre la oferta de producción, marginalidad económica del empresario
y satisfacción de la demanda de los consumidores.
Dicho con otras palabras: si yo tengo
muchos millones de dólares o euros, hasta el punto que puedo gastarme un millón
al día (cosa, creo yo imposible, pero valga como ejemplo), mi esfuerzo
consumista se reduce a mí y a otros muy pocos como yo, pues que yo sepa, son
más los no millonarios que los millonarios.
Pero si un pobre se gasta todo lo que
tiene en comer a diario, está cumpliendo la regla de oro del consumismo y la
demanda, sin que ello lleve a la temida inflación que sí nos llevaría el gasto
de muchos millones por unos pocos y que no satisfarían sus necesidades en
absoluto.
Claro está que todo eso se resuelve con
esa máquina de hacer dinero que, a veces, algunos gobiernos han utilizado,
sobre todo los bananeros y tercermundistas.
Recetas económicas las hay para todos los
gustos. El bueno de Keynes lanzó sus teorías a sabiendas que no se pondrían en
marcha hasta muchos años después, cuando la sociedad en general, tras dos
guerras mundiales terribles y un hundimiento escalofriante de Wall Street en el
año 1929, hizo que las naciones elaborasen una especie de Plan Marshall
económico para no dejar caer toda la economía mundial.
Fue ahí donde surgió la encomienda de “el
Estado del Bienestar”, que ahora, algunos agoreros sostienen que desaparecerá,
pero que otros, como yo mismo, sostienen lo contrario. Eso sí, los parámetros
que hasta ahora se han combinado distarán algo (bastante) de los que en un
futuro primarán. Es decir: “habrá Estado del Bienestar, pero menos.”
No nos engañemos ya que esto son lentejas.
M. Bono_ antes de las elecciones del día
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