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martes, 15 de diciembre de 2015

EL DEBATE A DOS DEL DIA 14 DE DICIEMBRE



Anoche vi en televisión el tan cacareado debate a dos de estas próximas elecciones generales. Como es evidente saqué alguna conclusión.

Debo reconocer que no soy adicto a la TV por definición y que el sólo hecho de haber estado más de dos horas delante de un televisor, ya de por sí me produce dolor de cabeza, malestar y unas cuantas cosas más.

Para rematar lo dicho, la política que se practica en España es cualquier cosa menos política. Los adversarios parecen más leones enjaulados o gladiadores de un circo romano que políticos serios. Si a todo esto le añadimos lo que viene llamándose el “Quinto Poder”, es decir, la manipulación de las masas a través de la televisión y de las Redes Sociales en Internet que, a su vez, proceden acorde al dictado de tal o cual ideología, la tarta está hecha.

Yo no vengo aquí a defender a nadie. Tampoco a incriminar ni siquiera a afear la conducta a nadie. Pero sí quiero hacer un somero análisis de lo que mis ojos vieron y mis oídos escucharon. Todo eso llegó a mi mente y es mi cerebro, como suele, el que me obliga a decir lo que ahora pretendo.

En primer lugar, entiendo que algo como lo de ayer, que está (o debería estar) pactado, no puede convertirse en un cuadrilátero donde dos púgiles arremeten el uno contra el otro como si de ganar un premio de boxeo se tratara. Ayer lo que vimos fue lo más parecido a eso.

Tampoco es correcto, desde mi punto de vista, llegar a una cita semejante, con las pistolas cargadas con un único tipo de bala y no dejar de disparar hasta que el cargador se vacíe o el tiempo dé por muerto al contrincante.

Y, por último, llegar al insulto personal no sólo es miserable, deleznable y ruin, como advirtió el Presidente del Gobierno de España –aunque en política, al parecer, hoy todo vale-.

Como conclusión al planteamiento de estas tres premisas se debe decir, y yo así lo hago, que el candidato a la presidencia por el PSOE, que sabe perfectamente (y si no lo sabe ya es hora que alguien de los suyos se lo diga) que no va a llegar a ser Presidente del Gobierno, trató por todos los medios y de manera machacona, apabullar a un Presidente que es mucho más decente y honesto que él.

Apabullarlo sí lo consiguió, pero eso, a mi entender, no es hacer política sino huir hacia delante porque alguien hay, que no es precisamente Rajoy, que anda tras de él pisándole los talones y hurtándole votos a espuertas.

Los argumentos esgrimidos por el señor Sánchez son banales y vayamos a ver si no inventados. Los de Rajoy están basados en datos fidedignos que emanan, se supone, de la Administración. Llevar una carta de una ciudadana de Valladolid quejándose de que la aportación por su desempeño en labores de dependencia le ha sido recortada, ni es serio, ni merece la pena pararse en ello.

Otra cosa sea que, el daño causado por una persona, a la que Rajoy encumbró en el Partido y que resultó ser un golfo, no un criminal o delincuente, como aseveró Pedro Sánchez, le haya hecho al Partido Político que él preside más daño que todos los recortes.

Los recortes son debido a una herencia socialista dejada por el anterior Presidente de Gobierno, que no supo o no quiso hacer las cosas bien; no obstante, y en honor a la verdad –a la mía- reconozco que Rodríguez Zapatero, muy lejano a mis ideas, fue un político honesto, aunque bastante equivocado. Y que, con él, es decir, con Rodríguez Zapatero, los españoles hemos llegado a los niveles de corrupción, desempleo y hartazgo de la política más elevado en toda la historia de la democracia española.

Dicho esto, nada o casi nada queda. ¿Quién ganó el debate? Creo que lo perdimos todos. Ni siquiera los llamados “emergentes”, es decir, Podemos y Ciudadanos salen ganando, como algunos han llegado a afirmar con frivolidad.

El problema de España es una lacra que está cautiva bajo una gran losa de nostalgia, por un lado, arribismo por otro y despreocupación intelectual por los ciudadanos.

Nací antes de la Transición y he vivido todas y cada una de las vicisitudes de este período de la historia de España, por lo que nadie puede contarme milonga alguna. Mas sí he de denunciar que los españoles somos un pueblo cainita en donde la codicia, el desprecio hacia el prójimo y la poca vergüenza, unido todo a un nivel cultural muy bajo, abundan en demasía. Aquí se llora cuando el agua te ha llegado al cuello. Aquí se utiliza la desgracia de la gente para enarbolar banderas de unidad y pseudo-amor hacia esa gente. Aquí tenemos un sistema que hace aguas, no ya por la corrupción, que existe en todas partes -y seguirá-, sino porque desde el primer mandatario de la nación, pasando por los reyezuelos de taifas de las Autonomías, Alcaldes y demás especies políticas, han entendido esta como su medio de vida. Y eso no debe ser así, ni sucede en ninguna parte del mundo, salvo en países tercermundistas o en repúblicas bananeras caribeñas o de la Pampa.

Desde mi punto de vista, anoche perdimos todos los españoles, repito; y hasta Podemos y Ciudadanos debieron quedar maltrechos. Con semejantes mimbres es imposible reconstruir nada.


M. F. Bono_ en Sevilla, el día después