Don Crispín Cebollero y Matarrubia, de
profesión pichelero, en absoluto pugnaz en su trato, casado en segundas nupcias
con doña Filomena Martínez de Rabayón, de soltera Filo la Helgada, ha sido
protagonista de un incidente ocurrido en el conocido Café Gijón de Madrid.
Los sucesos se produjeron a consecuencia de la
pichicharra que engarró el tal Crispín Cebollero, más conocido en su barrio del
Retiro como Crispo el Temoso, de no abandonar el local que da cobijo a la turba
de artistas, literatos, musas y otros semovientes que por allí hacen boruca.
La presencia en el establecimiento de la
policía municipal, a la que se requirió en un primer envite, no tuvo el efecto
ansiado; el cabo Ciríaco Tejeringo Gómez argumentó, que en el reglamento del
cuerpo no existe precepto alguno que determine la intervención de los
guindillas mientras no se barafuste ni se arme trepe.
- ¡Vamos, que tiene que haber sangre!
- Pues, sí señor.
Ante el chasco se llamó a los bomberos.
- Pues, mire usted: tampoco se pudo conseguir
gran cosa. Intentaron ajorrar al Temoso y, ante la renitente actitud de éste
desistieron.
Don Crispín riló y como gato agostizo quedó
hecho un fardel.
- ¡Fíjese usted qué cosa!
- Pues sí, tiene usted toda la razón.
- ¿Y qué pasó?
- Se llamó a Protección Civil, que están para
eso.
- Llegarían los protectores dispuestos a todo,
¿no cree usted?
- Está usted en lo cierto, mi querido amigo.
Dos psicólogos y otro, que no sé si era también
psicólogo, se aproximaron al Temoso, perdón, a don Crispín, en actitud
dialogante y fraternal, tratando de persuadir al morueco. Éste se hacía el
roncero. Los psicólogos rocigaban entre ellos y se intercambiaban escuchitos.
Circuyeron a don Crispo y con dilección estuvieron hablando un buen rato.
Mientras, los mirones, opilando la puerta, tratábamos de pescar algo, sin
resultado. Los camareros cruzaban los dedos, ansiosos de que aquel pelma se
fuese de una vez. Alfonso hacía rato que había cerrado el retablo de las
maravillas y se había dado el piro.
Eran las cinco de la mañana cuando don Crispo
abandonaba el local, flanqueado por los samaritanos de Protección Civil, y
arriendado por fin.
Don Crispín Cebollero y Matarrubia, alias
Temoso, encaminó su andar, Alcalá arriba; cruzó Independencia por la embocadura
de Alfonso XIII; y por O´Donnell, rozando la verja del Retiro, torció por
Menéndez y Pelayo hasta llegar a Menorca, su domicilio, donde la Filo estaría
espatarrada en el lecho, y le recibiría con cierto desabrimiento.
Esto
pensando, cuando traspasaba el zaguán, un ligero orvallo caía del cielo y, allá
a lo lejos, por el camino de la sierra, lostregaba sin cesar.
Madrid, 10 de agosto de 2001
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