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miércoles, 14 de marzo de 2012

SOÑÉ QUE SOÑANDO ESTABA



<<Yo callé males sufriendo
Y sufrí penas callando,
Padecí no mereciendo
Y merecí padeciendo
Los bienes que no demando:
Si el esfuerzo que he tenido
Para callar y sufrir,
Tuviera para decir,
No sintiera mi vivir
Los dolores que ha sentido.>>

En estas andaba la pasada noche que no sé si amanecer del día era o vísperas del siguiente. Era un sueño placentero que soñaba con los ojos abiertos, creo; o no. No sé, no me acuerdo de eso; sólo recuerdo el verso que de Garcilaso es. Pero era yo quien lo decía, acariciaba con ese verso la cara asustada de una amada que fijos en mí los ojos tenía. No estaba enojada; estaba perpleja, sorprendida y hubo un momento en que la vi desnudar su vista definitivamente: pasó del estupor al goce. Me miró, asomó su corazón a los labios y con un gesto inconfundible de mujer amada, besó mi boca sin vacilar. Estábamos ambos entrelazados en lo mismo.

De pronto respiré y noté que todo era un sueño. Desperté. Mas no vi nada a mi lado: el libro que me acompañó en el zaguán del duermevela no estaba; la mesilla de noche, tampoco; el cuarto no era cuarto. ¿Qué me estaba pasando? De pronto percibí un rumor. Me volví lento, cauteloso casi. Allí estaba, la volví a ver. Una cosa faltaba para que todo aquel sueño dejara de serlo. Me aproximé, alargué una mano que pareció extender el brazo hacia el infinito, más, cada vez más lejos. Ya casi la tocaba, percibía su respiración, me llegaba su aroma a mirto y el frescor de sus pechos se me antojaban fuentes fidelísimas de mi antojo, fuentes por donde debiera chorrear el amor que mi cuerpo anhelaba desmesuradamente. Era feliz.

No, aquello no podía ser un sueño. Aquello debería ser lo que llega tras la muerte, pues no sufría, no sentía, no gemía ni padecía dolor.

A las seis, como cada día, sonó el despertador. Por fin salió el día. Por fin el sol se asomaba al enrejado de mi balcón. Volvía a estar solo.

Pero mi sueño, como el de Segismundo que tanto agrada a una amiga, era solo eso: un sueño. Pero un sueño como de muñeca rusa.

Hoy es un día para cantar.


Un día en Chile

2 comentarios:

  1. Ana San José3:41

    Hermoso déjà vu, Manuel!!! Y si... el día sigue para cantar, sin ninguna duda!

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    1. Pues sí, Ana, hay que seguir como escribió Virgilio: "arma virumque cano."

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