Toda mi vida me la he pasado tratando de averiguar lo que separa la apariencia de la realidad. Cuando a la vejez uno recuerda que ha viajado, conocido, hablado con miles de seres humanos, sufrido, reído, llorado
y meditado, llega a ser un escéptico y termina por afirmar que nada es lo
que parece ser. Y de esto es de lo que voy ahora a escribir.
Fue el filósofo Heráclito aquél que dijo que todo
fluye y que nunca puedes bañarte dos veces en el mismo río. Eso quedó grabado
en mi memoria para siempre: hablaba de lo efímero de la vida.
“Me dijeron, Heráclito, me dijeron que estabas muerto.
Me hicieron escuchar noticias y verter amargas
lágrimas.
Lloré al recordar cuántas veces tú y yo
Habíamos cansado al Sol hablando y lo habíamos hundido
en el cielo.
Y ahora que descansas, mi querido y viejo huésped
cario,
Puñado de grises cenizas, en paz desde hace mucho,
mucho tiempo
Están aún tus agradables voces, tus ruiseñores,
despiertos;
Pues la muerte se lo lleva todo, pero con aquello no
puede.”
Por una gran variedad de causas y motivos mueren los
Estados. Yo creo que existen patrones que hacen posible esa extinción. Sin
embargo, los historiadores no se ponen de acuerdo y optan por analizar antes de
categorizar.
Las patologías políticas se presentan bajo muchas
formas. Pero aquí no se trata de revolución, ni de cambio de régimen, ni
siquiera del fracaso de un sistema. Hay que ser mucho más conscientes de lo que
ofrece la realidad y no dejarse llevar por el corazón o los ideales absurdos
que a nada conducen, pues revolución y cambio de sistema se refieren a
acontecimientos en donde se derriba un orden social concreto o un gobierno;
pero el territorio en sí no queda afectado. Un fracaso de un sistema hace
referencia a algo que deja de funcionar eficazmente, pero puede continuar,
aunque sea a trompicones.
A los filósofos siempre les ha interesado esta cuestión.
Ya en la antigua Grecia describían al Estado como una creación de la naturaleza
y al hombre como a un animal político, algo que en pleno siglo XXI, algunos
continúan pensando. Según Aristóteles, los Estados, como cualquier otra forma
de vida natural, eran susceptibles a los ciclos de la vida: nacimiento y
muerte.
Hobbes fue más explícito. En su Leviatán explicó los
desastres internos que tienden a la disolución del Estado. En la guerra, sea
exterior o civil, cuando termina, siempre hay un vencedor y un vencido; como no
hay una protección posterior de los súbditos, el Estado queda disuelto. Nada de
lo que los hombres hacen puede ser inmortal. [Thomas Hobbes: “Leviatán: o la
materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil”]
En “El contrato social”, Rousseau llegó a la misma
conclusión: “Si Esparta y Roma han perecido ¿qué Estado podría esperar
subsistir para siempre? El cuerpo político, igual que el cuerpo humano,
comienza a morir desde su nacimiento y lleva en sí las causas de su destrucción…
El Estado mejor constituido morirá.”
En el Banquete de Baltasar, el Profeta Daniel descifró
la escritura que había en la pared: “mene, tequel, parsin …”: “Dios ha
numerado tu reino, y le ha puesto término…”
Santo Tomás de Aquino, en su Summa Theologica,
estableció cuestiones políticas como el nacimiento y disolución de los Estados
en el campo de la ley universal o natural, lejos de la ley divina.
Thomas Cromwell, en su Acta de Supremacía de Enrique
VIII, intentó negar el vínculo entre la autoridad real y las enseñanzas
católicas, inventado un nuevo esquema de la historia inglesa.
En el siglo XIX, anarquistas como Proudhon o Bakunin,
creían que todo tipo de gobierno era malo; en consecuencia, pensaron que la
destrucción del Estado era admisible.
Los marxistas hablaban en términos parecidos, pero con
objetivos diferentes. Marx negó que aspirara a la destrucción completa del
Estado; Engels describió la atrofia del Estado en un momento tardío, cuando las
raíces del conflicto de clases hubieran sido eliminadas. Pero Lenin, en su “El
Estado y la revolución” (1917) llamó abiertamente a la destrucción del Estado
burgués como preludio a la dictadura del proletariado.
Conforme la historia del mundo se va desarrollando,
surgen nuevos conceptos. En los últimos tiempos, se ha acuñado otra expresión
sugerente al respecto de este tema: “Estados fallidos”. Es confuso, pues esos
Estados fallidos, aún no han ido a caer en una fosa del cementerio. Mejor
habría que llamarlos “Estados en quiebra”, pues corren el riesgo de
desintegrarse. Desde el año 2005 se ha publicado un índice anual de 60 de estos
inválidos, basado en mediciones cuantitativas por sus penurias de todo tipo y
clasificando su estado como crítico, en peligro o al límite. Somalia, el Chad y
Sudán encabezan dicho índice en el año 2010. En Europa estaban Georgia,
Azerbaiyán; Moldavia y Bosnia-Herzegovina.
Tal y como va el mundo, además de disolución, hay que
pensar en destrucción, ajamiento, extinción, fallecimiento, muerte, quiebra,
desintegración y otras variantes similares.
El término Estados Extintos ha ganado aceptación; una
página web enumera no menos de 207 Estados de estas características en el
pasado de Europa, algo que nos puede dejar perplejos.
John Locke siguió una línea parecida a la de Hobbes en
sus “Dos tratados sobre el gobierno civil”. Argumentó que la invasión de una
fuerza extranjera era la vía ordinaria por la cual el Estado se disuelve; y,
además, los gobiernos pueden disolverse por desórdenes acaecidos en lo
interior, explicando las circunstancias por las que esto puede suceder.
Los internacionalistas prefieren una forma dual que
distinga lo voluntario de lo involuntario.
La extinción voluntaria fue ejemplificada en las islas
británicas, donde los reinos de Inglaterra, Escocia e Irlanda se extinguieron
como Estados, para crear el Reino Unido. La destrucción sistemática de Polonia
en 1795 ilustra la extinción involuntaria.
En el siglo XXI los expertos coinciden en que los
factores externos, internos, voluntarios e involuntarios son cuestionables y
que los esquemas duales no sirven. Al parecer hay cinco procesos diferentes:
implosión, conquista, fusión, liquidación y mortalidad infantil.
La Unión Soviética implosionó. Pudo haber presiones
externas, pero lo esencial sigue siendo una disfunción en el interior; se crea
un vacío, las partes constituyentes se separan y el conjunto se destruye. Algo
así sucedió en Moscú en otoño de 1991. El sistema político soviético se
sustentó en torno a la dictadura centralizada del Partido Comunista y una
economía planificada. Cuando Gorbachov perdió la capacidad de mando, todas las
estructuras del Partido dejaron de funcionar. Quedaron huérfanas 15 Repúblicas
que fueron empujadas a dar el paso final, más allá del fracaso sistémico. La
implosión es equivalente a una muerte natural. Los politólogos señalan razones
económicas, aunque hay quien no olvida la ausencia ideológica creada por la
decisión de Gorbachov de poner fin a la Guerra Fría. Otros señalan la revuelta
de las nacionalidades que condujo al fallido golpe de Estado de 1991. Todas
estas causas fueron posibles y necesarias; pero la incógnita queda sin
respuesta: ¿por qué la compleja maquinaria del Partido no supo reaccionar?
Yugoslavia es otro caso. La Federación fue
dividiéndose por etapas entre 1991 y 2006, con muchos rasgos comunes a los de
la URSS. El poder se apartó de Belgrado, como en Moscú, conforme las repúblicas
hacían caso omiso del centro. Sin embargo, las instituciones del Estado se
reorganizaron, preparándose una acción a retaguardia desde el centro, bajo
control serbio, para frenar las tendencias separatistas. Pero la brutal
represión serbia para salvar la Federación hizo más daño, pues cuanto más se
embravecía Milosevic, tanto más se revolvían las repúblicas constituyentes,
incluyendo al mejor aliado de Serbia que era Montenegro. ¿Fue una explosión?
El Imperio Austro Húngaro sería otro caso de
implosión. En 1918 las presiones externas eran evidentes. Pero pese a la
derrota en la Primera Guerra Mundial, el Imperio sobrevivió y así se mantuvo
hasta la caída de la autoridad imperial. Después de firmarse la paz en el
frente oriental en marzo de 1918, el corazón del Imperio no corría peligro ante
la invasión de fuerzas externas. El conflicto en el frente italiano era una
cuestión regional. Pero en los meses sucesivos, los Habsburgo y su
funcionariado perdieron el control. Para el mes de octubre, el mandato del
emperador no se aplicaba, y las provincias imperiales empezaban a tomar sus
propias decisiones. Galitzia no se rebeló, fue Viena asediada por republicanos
austro alemanes, la que la abandonó a su suerte. A falta de cualquier guía, se
desintegró en medio de un caos general.
Como bien observó Locke, la invasión extranjera
representa la causa más habitual de la muerte de un Estado. El reino de Tolosa,
Borgoña, el Imperio Bizantino, la confederación de Polonia-Lituania y Prusia
(como parte del III Reich) fueron todos destruidos por conquista. Pero los
conquistadores no siempre acabaron con el adversario. Las particiones de
Polonia-Lituania bien pueden relacionarse con una campaña de acoso y derribo
que terminó con el asesinato del maltratado inválido. Polonia-Lituania fue la
víctima de una decisión política: amputaciones, mutilaciones y desmembramiento
total. ¿La excusa?: el paciente no se encontraba bien. Muerte por causas no
naturales.
Caton podía gritar ¡Delenda est Carthago! hasta
desgañitarse, pero los senadores no tenían porqué seguir el consejo.
En el caso de Prusia, las potencias aliadas esperaron
casi dos años, después de 1945, para asestar la puntilla.
En otros casos los países pueden ser conquistados,
ocupados, absorbidos y después, revivir. Rousseau era consciente de esto. Y
cuando se le pidió un análisis del aprieto en que se encontraba
Polonia-Lituania, dijo: “Es probable que se os coman enteros”; “por ello,
deberíais aseguraros de que no os digieran.” Esta experiencia encaja con la
invasión de Estonia, Letonia y Lituania en 1940 por parte de la URSS: no
digirió a ninguna. Cincuenta años más tarde volvieron a salir de la barriga de
la ballena de Jonás, maltrechas pero intactas.
Algunos Estados como la Suecia del siglo XVIII o la
España del XIX, pueden decaer y degradarse hasta convertirse en pieza fácil de
cacería para otros. Sobreviven porque nadie se toma la molestia de acabar con
ellos. ¿Por qué? Es un factor geopolítico. Los Estados que ocupan espacios
cruciales no tienen esa suerte, y ni la Suecia del siglo XVIII ni al España del
XIX, estaban situadas en espacios cruciales para los otros.
La liquidación es un concepto fácil de comprender en
el derecho empresarial, y podemos aplicarlo, analógicamente, a las
circunstancias particulares en las que una entidad estatal se suprime
deliberadamente. Como ejemplo valga el acuerdo alcanzado en Checoslovaquia en
1993. Desde entonces, tanto la República Checa como la República de Eslovaquia
son Estados Soberanos y buenos vecinos dentro de la UE.
Por supuesto, la cuestión más delicada es determinar
qué liquidaciones son verdaderamente consentidas y cuáles no. Un ejemplo
clásico de gansterismo fue la “Gran Asamblea Nacional”, cuyos miembros
cuidadosamente escogidos permitieron que, en noviembre de 1918, Serbia se
hiciera con el reino de Montenegro y lo liquidara con medios democráticos
espurios. Las potencias aliadas miraron, una vez más, para otro lado. La única
persona que algo dijo fue Lord Robert Cecil que calificó a los delegados
serbios como “banda de maquinadores deshonestos y homicidas”.
Otro caso se dio en 1940, cuando la toma de los
Estados bálticos por parte de los soviéticos, acompañada de una invasión
militar, referendos amañados y perplejidad internacional. Se escogieron
delegados, se hicieron desfiles con retratos de Stalin. La gente estaba
aterrorizada. Los críticos fueron eliminados. Y el resultado se sabía de
antemano: se dijo al mundo que los castigados países habían solicitado con
júbilo a Moscú su ingreso en la URSS. Durante el proceso se liquidaron las
repúblicas burguesas. Aquí podríamos hablar de suicidio por coerción.
Existe otra categoría que, podría describirse como
mortalidad infantil. Para poder sobrevivir, los Estados recién nacidos precisan
un conjunto de órganos internos viables, que incluya un ejecutivo que funcione,
unas fuerzas de defensa, un sistema de ingresos y un cuerpo diplomático. Si no
tienen ninguna de estas cosas, carecen de medios para sustentar una existencia
autónoma y perecen antes de poder respirar. La “república de un día” en la
Ucrania Carpática ilustra muy bien este punto. Su ejecutivo no hizo nada aparte
de proclamar la independencia: nació muerta.
Nunca un Estado es más vulnerable que en los primeros
días de su existencia. Los buitres empiezan a sobrevolar el posible cadáver.
Muchas de estas criaturas flaquean porque son incapaces de mantenerse sin el apoyo
de sus padres. Todas las creaciones napoleónicas, como el Reino de Etruria,
pertenecen a esta categoría.
Otros se hunden porque el entorno político, militar o
económico es demasiado hostil: como ejemplo sirva el de la República Nacional
Bielorrusa de 1918 o la República Nacional Ucraniana de la misma época.
El éxito en la constitución de un Estado requiere
prosperidad y vigor, buena suerte, buenos vecinos y cierto rumbo que le ayude a
medrar y a alcanzar la madurez. Las que han fallado en esto, todas sin
excepción, dejaron de existir y no han dejado huella.
Así ha funcionado el Mundo desde tiempos inmemoriales.
Y así continuará.
Menos mal que la vida de cada ser humano es muy corta,
también efímera, pero con la ventaja de que puede librarse de vivir estos
acontecimientos tan lamentables. La muerte es una liberación para muchos, si no
para todos.
[Bibliografía: Aristóteles, “Política” – Thomas
Hobbes, “Leviathan – J.J. Rousseau, “El contrato social” – Apocalipsis 18: 2,6
– San Agustín, “La ciudad de Dios” – T. Gilby, “The Political Thought of Thomas
Aquinas” – Edwiin Jones, “The English Nation” – Engels, “Anti-Dühring” – Lenin,
“ On the Eve of Revolution”, en su “State and Revolution” – Robert Miller, “The
Implosion of a Superpower” – Laura Silver y Allan Little, “The Death of
Yugoslavia” – Mark Cornwall, “The Last Years of Austria-Hungary” – Oszkar
Jaszy, “The Dissolution of the Hasburg Monarchy” – Norman Davis, “God’s
Playground; A History of Poland]
Adenda:
Somalia, el mejor ejemplo de un Estado fallido
El país africano no tiene un gobierno efectivo desde
1991, cuenta con dos regiones independientes y el sur está controlado por una
milicia islamita.
Son siempre las mismas caras, las mismas miradas, los
mismos ojos, la misma extrema delgadez, las bocas abiertas, las moscas
rondando; pero nos siguen impactando. La hambruna del cuerno de África, ahora
en Somalia. Un país costero, bañado por el Índico y con fronteras interiores
con Etiopía y Kenia. En este punto, en el sur del país, en la frontera con
Kenia es donde Naciones Unidas ha decretado el estado de hambruna.
La situación de Somalia, el mejor ejemplo de Estado
fallido puede resumirse en tres ejes. En primer lugar, no tiene un gobierno
efectivo desde 1991, cuando el presidente elegido fue derrocado por varios
clanes opositores. En segundo lugar, la milicia islamita y un gobierno de
transición apoyado por Naciones Unidas se disputan el control del país desde
hace años. Y finalmente, hay dos regiones, Somalilandia y Puntlandia
funcionan de forma totalmente independiente.
Esta es la foto actual de un país creado en 1960 a
partir de un protectorado británico y de una colonia italiana. En la década de
los 70, bajo el paraguas de la Guerra Fría cayó bajo el manto protector
soviético, y en los 90, tras la caída del presidente, llegó el caos (con la
intervención de Estados Unidos incluida), del que pudieron salir en 2004, con
la firma de un acuerdo para formar un gobierno de unidad.
Pero sólo dos años después, grupos islamitas toman el
control de la capital, primero, y de la mayor parte del territorio en los años
sucesivos, hasta que en 2009 la milicia de Al Shabab, que ya manda en casi todo
el país, admite sus vínculos con Al Qaeda.
Pese a los esfuerzos de Naciones Unidas, que mantiene
su apoyo a un débil Ejecutivo de transición nombrado en 2009 y que sólo
controla, dicen, algunos barrios de la capital, el desgobierno sigue
mandando y deja hueco para la piratería y la violencia, complicando ahora
la respuesta ante la peor sequía en 60 años.
[Fuente: SER_Rafa Panadero]